domingo, 22 de julio de 2012

Un amor de verano

Acabo de soñar una película entera, desde ahora una de mis películas predilectas. Uno de los mejores sueños de mi vida, en él conocí al amor de mi vida, el joven más hermoso que jamás podré conocer. Todavía recuerdo su sonrisa, lo bien que me sentía a su lado, sus abrazos llenos de un placer revitalizador. Tan sólo recordarlo me brotan las lagrimas de felicidad, pero también tienen algo de tristeza, porque me he enamorado de un ser soñado. Pero es que para mí será real, porque lo que sentí cuando estaba junto a él no puede ser mentira. La aventura más grande que quisiera recordar por siempre. Todo empezó en un viaje al mar. Como si viviéramos lejos de las playas, como si no viviera en una isla. El hotel se alzaba a lo alto desde sus raíces enterradas en la arena. Parecía un enorme parque de diversiones. Mi madre conmigo, juntos acostados en una toalla tirada al suelo arenoso, cubiertos por la sombra de una sombrilla. Platicando de aquellos muchachos bien parecidos que cruzaban las orillas frente a nosotros, diciéndole que este tranquila, que la respeto como para andar con alguien sin su permiso. Las brisas lavaban los rayos luminosos que brindaban ese tono pastel a nuestra armonía. Nos íbamos, me dijo que fuera a buscar las cosas que habíamos dejado arriba, obediente fui en busca de ellas. En una parte alta del lugar, una familia tenía una disputa, me acerque, y al asechar por el barandal observe que se veía el mar chocando con el muro, y en el interior del agua un tentáculo brotaba. El tentáculo me quiso matar, pero esquive su manotazo mortal, la familia quiso guardar a su pulpo gigante, me marche. Como me había caído, alguien me ayudo. Ese alguien, ese joven, ese amor. Me acompañó a donde me hospedaba. En mi habitación donde nos encontrábamos sentados, juntos, si eres tan soñador como lo soy, comprenderás que ciertas partes de un sueño resultan borrosas al recordarlas como memorias reales, sin embargo la esencia sigue allí, indeleble. Marcada en mi corazón. Aquel muchacho de mi misma edad me sonría en señal que algo debimos decirnos, platicarlos, que nos volvimos dos seres comprendidos entre sí, amigos, más allá de eso. Y lo mejor que mientras platicábamos, hasta ese momento como amigos, sólo eso, no podía evitar tocarle el brazo, o abrazarlo sinceramente, fue en una de esas que mi madre entro con mi hermanito a la habitación, nos vio, vi su cara de madre triste, de cansancio, de un dolor casi evaporado con la experiencia, le dijo a mi hermano que se fuera a vestir a la otra sección del aposento. Se acercó a nosotros, con esa parsimonia de mensajero con una orden de la realeza, yo que aún seguía rígido por la sorpresa no me había soltado de él, prendido de su brazo como un koala de su rama. Mi madre se coloco enfrente de nosotros, nos dijo "si van a estar con sus cosas, disimulen un poco, ya no puedo entrometerme más" fueron unas palabras que para mi tuvieron el significado de que aceptaba que tuviera una relación, pero lo más gracioso, es que no eramos nada, sólo eramos recién conocidos, entrando a la fase de amistad. Mi madre se marchó. Fue como que si el permiso de mi madre nos diera nuevas fuerzas en nuestras caricias, me tiré encima de él como un cachorro de león, mi presa; sabía que la confusión era divertida, seguimos un rato más a los pies de mi cama, conversando. Siendo nosotros mismos. Enamorándome en secreto de su forma de ser. De su sonrisa perfecta para mis sentimientos. A la noche de ese día maravilloso, extraño tal vez, una fiesta iba a ser celebrada. Una celebración sólo para adultos. Muchos jóvenes buscaban la forma de esconderse desde temprano, para poder salir al irse el sol y quedarse a beber y bailar lo que se les plazca. En la tarde fui por mi mejor amigo, que nunca falta en mis mejores sueños, camine por las escaleras repleta de mujeres danzantes con turbantes en los rostros, seduciendo con las miradas, sus trajes árabes rozaban el aire con sus telas estramboticas colgantes. Llegue con mi amigo. Le dije de todo, como siempre lo hago, que conocí a un joven, y ese joven me conoció a mí. Mientras platicábamos nos dirigíamos a un escondite para asistir a la fiesta, otros dos personas de nuestra edad nos lo enseñaron, parecía una simple nevera de refrescos. Escuchamos que alguien se acercaba, primero entraron los dos desconocidos, dentro del refrigerador parecía no haber más espacio, los señores que venían se encontraban a nuestro lado, mientras que los que entraron el frigorífico subieron hacia un lugar donde no supe que era, desapareciendo, ocultándose. Los señores eran maestros nuestros, de ética, comiendo como cerdos, nos dijeron que nos metiéramos a nuestra habitación. Corrimos para buscar otro escondite, todo mundo corría con desesperación, unos por hambre, otros por lo mismo que nosotros, pasando por tiendas restauranteras de renombre. Quise verle, y como por arte de magia apareció en nuestro camino. También nos topamos con otros, decidimos escaparnos en espera de la noche, para regresar y divertirnos. Pero él se quedo en algún sitio lejos de mi. Caminamos, a la par que un desfile sobre la revolución francesa que cruzaba por esos rumbos, regresamos pero nos alejamos bastante. La noche nos cubrió con su encanto de señora elegante. Cada quien detenía a un conductor y pedía su vehículo que se les era concedido, yo estaba desesperado por un transporte que me prestaran, pero en mi desesperación no detenía a nadie, hasta que me interpuse en el camino de un motociclista, que al detenerse su motor reventó, caí en una depresion instanteanea, pero me dijo que no preocupara porque era una motocicleta alemana donde no había gas con que alimentarla pero si excelente ruedas, me dijo "toma una rueda, chico, ¡ tómala!" y la tome llendome en ella. Llegamos al hotel, y la salvaje fiesta había comenzado, con sus luces de neón invadiendo los rostros de los habitantes inmersos en alcohol, habia jóvenes por doquier, los adultos les valia, sólo festejaban. Busqué hasta encontrarlo, parecia esperarme para invitarme a bailar. Cedí a su deseo, y me movi como cubierto de petalos suaves que alegraban mi semblante. Bailamos enmarcados en un azul eléctrico. Bordeados de melodías llenas de orgasmos. Alguien nos grababa, capturando nuestras siluetas en una pantalla digital. Entre tanto ruido no distinguía sus palabras de él, "me gusta alguien más" me decía, y seguía bailando sin entenderlo, divirtiéndome, enamorandome más de su ser, disfrutando de todo antes de que acabase aquel verano. Antes de que despertase. Desperté recordándolo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario