martes, 17 de julio de 2012

Otro país.

Llega la noche, el silencio entrecortándose con el ruido de las aspas de tu ventilador, que rebana el brillo del fulgurante foco. Entran en turno la luna y las estrellas, cambiando puestos con el sol. El reloj digital marcan que son las nueve en mi país, no sé que hora serán en algún otro. Ver la conversación inacabada, abandonada, con esa persona de otro mundo, otra dimensión. No saber si está despierta o dormida. Preguntarse si será real, si será mentira. Admirar esas letras, que por alguien debieron ser escritas. Mandar un mensaje, para después ser leído, ser contestado. Decir: Tengo un amigo, un conocido, de otro lado. Saber de su vida, de sus gustos, sus amores. Decirle los tuyos, tus anécdotas, tus errores. Conocer alguien de España, un país de película. Leer su nombre, escribir el mío. El una molécula, yo una partícula. Lejanas de tierras, de mares y horas. Cerca de redes, mundos virtuales. Discutiendo de cine, de obras musicales. De música, posiblemente de libros. Mientras el puede soñar, mis sentidos despiertos. Mientras mis ojos cerrados, los suyos abiertos. Es extraño tener una amistad lejana, es extraño creer que somos amigos. ¿Quién ha dicho tal cosa? Un argumento con veracidad dudosa.

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