martes, 19 de febrero de 2013

Los gemelos.

Conocí a Alex S. Fortner (como se hace llamar a la hora de escribir) en la secundaria. En ese tiempo él estaba bajo la influencia del anime, y sacó su nombre de cierto personaje que tenía un gemelo: el malo de la historia. Siempre lo consideré mi gemelo malo, ese del que no me gusta hablar. Y no es sino hasta ahora en una de mis épocas de soledad, en la que me atrevo a recordarlo y hablar de su persona. Tengo que admitir que de entre los dos, él es mejor escritor que yo, y lo que pasa es que él sigue teniendo el sueño vivo, el mío hace mucho que se murió. De los dos es el único que ha ganado algún concurso de cuentos. Todavía tiene en los ojos a la hora de escribir ese vaho de ilusión que no le hace pensar en nada pesimista. Hace mucho que no hablábamos, y como me sentía un poco solo le contacté. Fue un reencuentro extraño. Hace ya unos meses antes pensé en él, pero nunca creí volver a tener tratos entre nosotros. Pero sucedió. Recordamos ciertas cosas de la secundaria y ciertas historias surgieron. En fin, volvimos hacer amigos, a pesar de que siga conservando su nombre que me resulta desagradablemente americano (o alemán). Y no pude evitar pedirle un favor, cambiar de identidades. Le dije que hace mucho que Mariano había muerto, y que necesitaba descansar un poco, así que le pedí que se hiciera pasar por mí y yo por él. En parte es una prueba, una clase de experimento, entraremos a cualquier concurso de cuentos que surja y veremos si la influencia del nombre afecta a la hora del veredicto. Pero por mientras me alegra el volver a contar con él. No muchas personas de mi círculo le conocen, a lo sumo dos o tres. Pero él, aunque no lo piense sino hasta ahora, a sido muy especial en mi vida (antes de morir). Dejaré en sus manos, y en su nombre, ciertos aspectos que no puedo manejar, y así, él será quien controle y usurpe, con mi permiso, lo que yo escriba dentro de un tiempo indefinido. 

domingo, 17 de febrero de 2013

Muerte y soledad.

Creo que es tiempo de encerrarse en la tumba de la soledad y esperar. Esperar. Esperar. Y tal vez cuando me digne a salir lo haga acompañado de algo. Quiero dejar intacto todo lo del exterior. Quiero dejarlo así como está, y sin que lo mueva acostarme en mi tumba. Porque sé que cuando salga, los fantasmas y el viento lo habrán desacomodado todo y yo tendré que recoger y limpiar, y tal vez buscar un nuevo orden. Pero eso es hasta que salga de mi encierro por elección, hasta que me sienta preparado. Es tiempo de ser el hombre solitario que siempre he sido. Es tiempo de morir momentáneamente en mi tumba. Allí, dónde pensaré y viviré otras vidas en sueños, y luego, más tarde, me levantaré en el día de los muertos para mi futura resurrección. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

La muerte de Mariano.


Ni Buñuel ni Fellini me quisieron filmar, ni Melquiades ni Cide Hamete Benceli me quisieron escribir. No sé quien es mi Dios, es un anónimo que prepara mi muerte, la más grande del mundo. No es ni francés ni italiano, ni siquiera un español mexicano, es un idioma aún no inventado. Tampoco es un país, porque mi país es mi madre. Me gustan todas las derivaciones de la palabra muerte, muertos, morir, muertes, muerto: Mi muerte.