lunes, 3 de septiembre de 2012

Otro sueño


Recuerdo entrar a un baño, un baño tallado en piedra, dentro de una cueva, con mil cubículos como si fuera panal. Escuché las voces de mis compañeros de escuela, y seguí hasta el fondo sin detenerme a comprender las palabras. Al llegar a la última pared, me detuve; había un enorme hueco como ventana, con una preciosista vista al mar, porque estábamos en la playa y yo había querido ir al baño. En aquel agujero pegado al muro observé las diferentes tonalidades del océano, extremos más oscuros, y secciones más claras y relucientes. En una de esas manchas de luz acuática se transparentaba cuatro gigantes de piedra, inmóviles como si aguantaran la respiración, carcomidos por las algas  y la sal. Del fondo, el cual era imposible divisar pero terrorífico de imaginar, nadaron hasta la superficie, esa línea que divide el mar con el cielo, el agua con el aire, un par de mágicas sirenas. Revoloteaban como niñas terrestres en la hierba líquida. La escena me envolvió los ojos, y desee capturarla en una fotografía. Corrí fuera del lugar y al salir, después de bajar tantos escalones, me di cuenta de que era un faro. Tome la cámara fotográfica, salté al lugar correcto en busca del ángulo correcto, y simplifique la imagen en un fotograma, pero ya no era lo mismo de hace unos momentos, las sirenas se habían marchado, los gigantes hundido, y la luz oscurecido. Regresé con mis amigos, y en mi frustración decidí remojar mis huesos con pellejo en el agua para que se lavasen de sus malas vibras. Corrí para clavarme dentro del mar, y me clavé rocas ocultas debajo la superficie marítima, caí en un recóndito sitio con el tamaño justo de mi cuerpo y me espiné con cosas que no supe que eran. Mi mejor amigo me levantó y yo escupí sangre como un dragón escupe fuego.