jueves, 9 de mayo de 2013

Entre sus labios y la pared.

Entre sus labios y la pared se encuentra otro capítulo. Sección que parecía parte decisiva de la novela, pero no fue así. Al terminar esos labios, lejos del beso que forman, acabó una parte de la historia. Una pequeña historia dentro de la historia. Un bit del guión de la película. El entremés de la obra de teatro. Pero en esa abertura que se da entre un beso contra la pared coexiste el engaño a su premonición, a su suposición, a su estúpida ilusión. Se tacha de tonto, no de pendejo. El pendejo es fuerte, el malo y el que mata. No puede ser entonces el pendejo. Es más bien el tonto, un tonto pendejo. Pero en sí, un gran pendejo por creer que esa historia entre aquellos labios y la pared fueron más que el deseo. Engaño y plagio y versión pirata del "kibbutz de deseo". No era el beso cierre del film, fue la escena sobrante que el editor debió ignorar. La anécdota maldita que se sobre entiende como el sueño salido del mundo de los sueños malditos. Pero debe continuar, escapar del estrecho espacio entre esos labios, por no decir algo más, y la pared oscura. Entonces el colapso llega y decae una torre. Una tormenta de baba cae del cerebro. Pero se recompone el set. Es hora de continuar la siguiente toma. Retomar el siguiente capítulo. Levantar el telón del segundo acto. 



(...) 

Alex S. Förtner

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