domingo, 11 de marzo de 2012

El escritor detrás de las palabras

Escribir es un proceso, terminas algo y lo amas, lo relees y lo odias, lo reescribes y te convence, piensas lo que reescribiste, lo quitas, agregas algo más, pasas noches o horas, dependiendo el tiempo que dispongas a tu escritura, martirizándote por buscar ese condimento que le de sabor a las palabras que ahora sientes insípidas, te culpas de ser un mal escritor, de no tener futuro, de esta perdiendo el tiempo delante de un teclado, gritando entre las paredes de tu imaginación para romperlas y conseguir traspasar esos limites que tiene tu ingenio, sufres una desilusión que en un principio te inundaba el alma de grandeza, ahora no eres nada y lo sabes, abandonas todas esas esperanzas de triunfo hasta que en un momento de inspiración te llega el final esperado, ese que sabes que es el definitivo, el que le da redondez a todo, el que te devuelve ese amor a tu texto; y terminas escribiéndolo, y amándolo por que lo has hecho tu mismo. 

Porque todas las palabras negativas que te has dicho insultándote el orgullo pierden toda validez, y te convences de nuevo de que eres un escritor que posiblemente tenga, en el futuro, el honor de permanecer en la mente de tus lectores, al menos hasta que vuelvas a empezar a escribir, y el proceso de autodestrucción comience de nuevo sin saber a ciencia cierta si esa próxima vez saldrás victorioso como anteriormente. 

Deja que las palabras hablen por si solas, pero eso sí, se tú el que les otorga la voz.